¿Qué significa la restauración neoimperial?

Nota de Coyuntura No. 89 / por Marco Fonseca

Una nueva era de proteccionismo económico caracterizada por la imposición de tarifas comerciales, incluso, desafiando Tratados de Libre Comercio (TLC) existentes, tiene el potencial de generar impactos profundos y duraderos en países agroexportadores y económicamente dependientes como Guatemala. Este giro hacia el proteccionismo no solo redefine las dinámicas económicas globales, sino que, también, va de la mano con una diplomacia más agresiva e intervencionista basada en clasificaciones ideológicas emergentes, categorizando a los países según su adhesión a principios conservadores, antiprogresistas e iliberales.

Fuente: Hespress/AFP.

El fascismo del siglo XXI


La restauración neoimperial en Estados Unidos encuentra su base electoral interna en un complejo entramado de movimientos populistas, ultraconservadores, empresariales y religiosos cuya genealogía, en parte, se remonta al Tea Party y alcanza su apogeo con el movimiento Make America Great Again (MAGA, por sus siglas en inglés). En el campo ideológico, este tránsito político ha venido acompañado de una proliferación creciente de movimientos conspirativos como QAnon, Oath Keepers y otros; la supuesta infiltración del “Estado profundo”, o la demonización de élites liberales globalistas; todo ello impulsado y legitimado por influyentes ideólogos de extrema derecha como Steve Bannon, Tucker Carlson y Alex Jones. En el campo económico y tecnológico, la restauración neoimperial está vinculada al auge del “tecnofascismo”.

La consolidación de MAGA como una formidable fuerza política populista puede comprenderse plenamente solo al conceptualizarla como un fenómeno neofascista moderno, lo que Wendy Brown llama “el ascenso de las políticas antidemocráticas en Occidente” y más allá, en el Sur Global, caracterizado por el culto al líder carismático, el desprecio explícito hacia las instituciones democráticas, un enfoque epistemológico centrado en la “posverdad” y una retórica político-teológica que promete redimir a la nación mediante la exclusión violenta de quienes son considerados enemigos internos, y la adhesión a los principios morales de movimientos como Cristianos Unidos por Israel bajo el liderazgo del pastor ultrareaccionario, John Hagee. Esto tiene raíces en la llamada “Mayoría Moral”, una organización política de Estados Unidos de orientación ultraconservadora y fundamentalista cristiana, que “funcionó como un grupo de presión” fundada por Jerry Falwell en 1979, y que fue piedra angular de la llamada “Nueva Derecha” o “Nueva Derecha Cristiana” que apoyó al ex presidente estadounidense, Ronald Reagan.

Al igual que los fascismos históricos en Alemania e Italia, donde movimientos inicialmente electoralistas socavaron progresivamente las instituciones democráticas hasta destruirlas por completo, el populismo estadounidense actual exhibe claras señales de apuntar hacia una meta similar. Este proyecto neofascista ya muestra síntomas de una voluntad de poder explícita por desmantelar las estructuras del Estado de Bienestar Social y el legado de las luchas por los derechos civiles; todo percibido como un obstáculo para la instauración de un orden social jerárquico, autoritario, racista y económicamente desigual.

Un ejemplo emblemático de este giro es la creación del nuevo Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE, por sus siglas en inglés), liderado por el multimillonario Elon Musk, cuya agenda privatizadora y desreguladora representa tan solo la punta del iceberg de un proyecto político profundamente anti-democrático que amenaza con socavar los fundamentos mismos del pacto social estadounidense. La deriva neofascista actual, por tanto, supone un riesgo tangible para la supervivencia democrática de Estados Unidos y todo el orden geopolítico y de gobernanza global heredado de la posguerra.


La Red Atlas (Global Atlas Network)[1] está directamente relacionada con estos procesos, aunque su rol opera principalmente en el plano ideológico, mediático y político estratégico, al igual que el de la Heritage Foundation, donde se encubó el Proyecto 2025 que hoy implementa el régimen de Donald Trump. La Red Atlas es una red global de organizaciones, “think tanks” y fundaciones financiadas en gran medida por élites conservadoras estadounidenses cuyo objetivo declarado es promover políticas neoliberales, desregulación económica, reducción drástica del Estado social, privatización y un marcado énfasis en libertades individuales, entendidas en términos estrictamente económicos.

En relación con el auge del neofascismo estadounidense, desde el Tea Party hasta el movimiento MAGA, la Red Atlas desempeña un papel clave como facilitadora intelectual y organizativa, aunque públicamente se presenta como defensora de libertades económicas clásicas, y se inspira en las filosofías de Ludwig von Mises, Friedrich Hayek, Karl Popper, Milton Friedman, Robert Nozick, Ayn Rand y otros/as, en la práctica su influencia es mucho más oscura, autoritaria y fortalece corrientes populistas de extrema derecha al alimentar un discurso profundamente antisocial, antidemocrático y frecuentemente conspiracionista, que termina confluyendo con movimientos como MAGA.

A través del financiamiento de “think tanks”, medios alternativos y grupos de presión política, la Red Atlas ha sido instrumental en normalizar ideas antes consideradas marginales o radicales, integrándolas en la política convencional. Su impacto se observa en cómo conceptos neoliberales y reaccionarios han penetrado en discursos públicos, legitimando proyectos autoritarios bajo la máscara de la libertad económica, incluso, contribuyendo indirectamente a la radicalización populista.

En Guatemala, la Red Atlas mantiene vínculos financieros directos con la Universidad Francisco Marroquín (UFM), el Centro de Estudios Económico-Sociales (CEES), fundado en 1959, el Centro de Investigaciones Económicas Nacionales (CIEN), y el Instituto Fe y Libertad, fundado en 2014, que busca integrar principios teológicos ultraconservadores con la promoción de la libertad económica y política, entendida en los términos del ultraindividualismo neoliberal (ver diagrama).

Aunque la Red Atlas no siempre se identifica directamente con movimientos abiertamente neofascistas, su trabajo de décadas construyendo narrativas ideológicas neoliberales y antiestatales ha creado condiciones favorables para el surgimiento de fuerzas políticas fascistas que utilizan estas mismas ideas para justificar agendas aún más radicales y destructivas, erosionando instituciones democráticas desde Estados Unidos hasta Guatemala, así como en otras partes del mundo.

Fuente: Redes de poder: consideraciones sobre la élite neoliberal de poder y conocimiento en Guatemala. Recuperado en: https://www.cidob.org/publicaciones/redes-de-poder-consideraciones-sobre-la-elite-neoliberal-de-poder-y-conocimiento-en


La restauración del proteccionismo imperial

Guatemala, cuya economía se sustenta en gran medida sobre la agroexportación de mercancías como café, azúcar, banano, cardamomo y aceite de palma, se encuentra ahora ante un escenario que puede tener un significativo impacto negativo ante el auge del proteccionismo en sus principales mercados de exportación, especialmente Estados Unidos y Europa. Las nuevas tarifas aumentarían los costos de entrada de sus mercancías agrícolas a mercados claves, debilitando la competitividad frente a productores domésticos de países receptores que serían protegidos por estas políticas. Esto resultaría en pérdidas económicas, desempleo rural, y profundizaría las desigualdades socioeconómicas internas, acentuando además la dependencia estructural del país.

Las nuevas políticas proteccionistas impulsadas por Estados Unidos representan una respuesta directa a la profunda crisis de la globalización neoliberal que el propio país fomentó durante las últimas décadas. Esta crisis es resultado del agotamiento del modelo económico que, a partir de finales del siglo XX, Estados Unidos promovió globalmente bajo las premisas de liberalización comercial, privatización de servicios públicos, desregulación financiera y libre circulación de capitales. Paradójicamente, tras haber impulsado intensamente la apertura de mercados y la integración económica mundial, Estados Unidos enfrenta ahora una realidad económica global que percibe como amenaza a su hegemonía tradicional, llevándolo a adoptar medidas restrictivas de comercio que contradicen los principios que una vez promovió.


El déficit comercial de bienes de Estados Unidos se amplió con China: de US$ 29.7 mil millones para lo que va del presente año, frente a US$ 25.3 mil millones en diciembre de 2024; la UE: de US$ 25.5 mil millones en 2025 frente a US$ 20.4 mil millones en 2024; Suiza: de US$ 22.8 mil millones frente a US$ 13 mil millones en 2024; México: US$ 15.5 mil millones frente a US$ 15.3 mil millones en el mismo periodo; Vietnam: de US$ 11.9 mil millones frente a US$ 11.4 mil millones en el mismo periodo; y Canadá: de US$ 11.3 mil millones frente a $US$ 7.9 mil millones en el mismo periodo.

Fuente: Recuperado en: https://es.tradingeconomics.com/united-states/balance-of-trade


En el contexto actual, caracterizado por la supraterritorialidad de una clase capitalista transnacional, las grandes corporaciones y élites económicas operan sin las limitaciones tradicionales impuestas por las fronteras nacionales. Este fenómeno ha resultado en el desarrollo de un hipercapitalismo acelerado, en el cual los procesos productivos, las inversiones financieras y las dinámicas de consumo, se han vuelto profundamente interdependientes a nivel global. Esta interdependencia se traduce en cadenas globales de valor altamente complejas y especializadas, donde componentes e insumos intermedios transitan múltiples fronteras antes de convertirse en mercancías finales. Por ello, las políticas proteccionistas contemporáneas enfrentan desafíos sustancialmente diferentes a aquellos presentes durante los años posteriores a la Gran Depresión, cuando el proteccionismo y las políticas de sustitución de importaciones tenían sentido en economías menos integradas y más aisladas.

Además, el ascenso económico acelerado de potencias rivales como China, India, Brasil, México y la Unión Europea (UE), ha alterado significativamente el equilibrio de poder económico global, creando un contexto competitivo en el que Estados Unidos ya no puede actuar unilateralmente sin enfrentar consecuencias adversas. Estas naciones emergentes han desarrollado capacidades productivas y tecnológicas propias que desafían la supremacía económica estadounidense y cuestionan la sostenibilidad del liderazgo económico que Estados Unidos tradicionalmente mantuvo sin grandes desafíos. Esta competencia global ha impulsado a Estados Unidos a intentar replegarse sobre sí mismo, reforzando su posición mediante la imposición de tarifas comerciales, subsidios a industrias clave, y políticas de nacionalismo económico.

Sin embargo, este nuevo proteccionismo neoimperial estadounidense está generando ya efectos adversos considerables a nivel global. Debido a la integración profunda de la economía mundial, cualquier restricción o tarifa impuesta por Estados Unidos tiene impactos inmediatos sobre las cadenas globales de suministro y producción, aumentando los costos operativos, encareciendo mercancías básicas, y generando distorsiones significativas en el comercio internacional. Esta fragmentación provocada artificialmente por el proteccionismo amenaza con desacelerar el crecimiento económico global y aumentar la volatilidad en los mercados financieros internacionales, afectando particularmente a países más pequeños y economías emergentes altamente dependientes del comercio exterior.

Asimismo, los efectos laborales del proteccionismo actual no pueden ser ignorados. Al tratar de proteger empleos internos mediante medidas arancelarias y subsidios, Estados Unidos afecta indirectamente a millones de trabajadores en economías emergentes que dependen fuertemente de la exportación hacia el mercado estadounidense. El resultado puede ser una reducción significativa del empleo formal en países del Sur Global, aumentando así la precarización e inseguridad laboral, la migración económica, el oportunismo del crimen y las tensiones sociales internas. Paradójicamente, incluso dentro de Estados Unidos, el proteccionismo no garantiza necesariamente una mejora sostenida en el empleo o la calidad del trabajo, la base electoral de Trump, ya que los incrementos en costos de producción pueden repercutir negativamente sobre consumidores estadounidenses y debilitar la competitividad general de su economía.

La reacción neoimperial y proteccionista de Estados Unidos ante la crisis de la globalización neoliberal no solo es contradictoria respecto a sus anteriores principios económicos, sino que, además, está generando profundas repercusiones financieras, económicas y laborales a escala mundial. El mundo actual, estructuralmente interconectado, requiere de soluciones globales coordinadas más que políticas unilaterales, aislacionistas y neoimperialistas que, lejos de resolver la crisis, podrían exacerbar sus efectos, prolongar sus consecuencias negativas, tanto para Estados Unidos como para el resto del mundo, y desatar una nueva era de guerras globales.

Al erosionarse las famosas “ventajas comparativas” derivadas del acceso preferencial a mercados internacionales por medio de los TLC, Guatemala en particular se vería obligada a buscar nuevos mercados o a diversificar agresivamente sus sectores productivos. Sin embargo, esta tarea sería sumamente difícil a corto plazo debido a la débil infraestructura, falta de inversión en innovación tecnológica, alta vulnerabilidad institucional y ambiental que caracteriza al país, y la poquísima capacidad administrativa y gerencial del gobierno del Movimiento Semilla encabezado por Bernardo Arévalo de León y Karin Herrera Aguilar. Así, lejos de generar una reacción proactiva y positiva de diversificación económica inmediata, este escenario podría exacerbar conflictos sociales, migración forzada, dependencia de remesas familiares y espera de favores y tratamiento preferencial por parte de una potencia profundamente reaccionaria y su presidente transaccional.

La restauración de la diplomacia del “gran garrote”

Una diplomacia global más agresiva sustentada en una reclasificación geopolítica basada en principios anti-woke, anti-progresistas e, incluso, iliberales, ya está colocando a Guatemala y países similares en posiciones delicadas y potencialmente desfavorables. Históricamente, Guatemala ha dependido fuertemente de relaciones diplomáticas estables y previsibles con Estados Unidos caracterizadas por alineamientos político-ideológicos crecientemente pragmáticos. Esto ha definido la relación entre Guatemala y Estados Unidos desde los años de la gestión de Bill Clinton hasta los años de Joe Biden. Sin embargo, en un contexto donde Estados Unidos o potencias similares comienzan a definir aliados y enemigos estrictamente en términos ideológicos y teológicos conservadores e iliberales y donde las decisiones diplomáticas y geopolíticas se toman casi a diario, de modo caprichoso y altamente transaccional, Guatemala ya está enfrentando presiones diplomáticas intensas, condicionadas a aceptar políticas internas que podrían exacerbar tensiones sociales existentes, especialmente relacionadas con derechos humanos y laborales, derechos de la gente migrante, políticas medioambientales, gobernabilidad democrática y relaciones internacionales. Ya vimos lo que le ha pasado a Panamá. Y eso solo es el principio.

Esta nueva dinámica diplomática ya está incrementando las presiones externas sobre Guatemala, con un gobierno crecientemente débil que ya muestra grietas entre sus promesas electorales y las realidades políticas, así como entre la popularidad de su elección aleatoria y la creciente desilusión ciudadana incluso entre sus más fervientes seguidores/as, forzándola a adoptar políticas internas más restrictivas y conservadoras, lo cual podría generar conflictos internos significativos, desestabilizando aún más un país con una institucionalidad ya frágil y todavía muy corrupta. De hecho, la presión por alinearse con posiciones ideológicas más rígidas y anti-progresistas, y no solo en el tema de la “migración irregular” o el narcotráfico, podría polarizar aún más la sociedad guatemalteca, elevando el riesgo de crisis políticas prolongadas y la consolidación del proyecto de la restauración total que sigue buscando cómo defenestrar al gobierno de Arévalo y Herrera.

Para regiones pequeñas y frágiles como Centroamérica, una restauración neoimperial caracterizada por políticas comerciales restrictivas y diplomacia de garrote, implicaría riesgos aún mayores. Estas naciones, con limitado poder de negociación internacional, podrían verse atrapadas en dinámicas neocoloniales renovadas, obligadas a aceptar acuerdos desfavorables, intervenciones externas directas o indirectas, y subordinación política y económica a intereses externos más poderosos. Esto podría conducir a un aumento de la dependencia estructural, debilitar aún más las instituciones democráticas y empeorar las condiciones económicas y sociales internas. Terreno perfecto que favorece a los monstruos.

En síntesis, una era caracterizada por el proteccionismo económico, junto a una diplomacia agresiva e ideológicamente polarizada, presenta desafíos significativos y potencialmente devastadores para países agroexportadores y dependientes como Guatemala. La complejidad del nuevo escenario exige que estos países evalúen críticamente su posición geopolítica y desarrollen estrategias resilientes, diversificando mercados y fortaleciendo su soberanía económica y política frente a dinámicas globales que, lejos de disminuir, parecen destinadas a intensificarse en los próximos años.


[1] Sobre esta red y los llamados tanques de pensamiento y su influencia en Guatemala, se recomienda la lectura del libro “El gobierno de las élites globales: Cómo se organiza el consentimiento. La experiencia del Triángulo Norte”, autoría de José Fernando Valdez Gordillo. Puede consultarse en: https://www.url.edu.gt/publicacionesurl/pPublicacion.aspx?pb=334

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *