Las implicaciones de la visita de Marco Rubio a Guatemala
Nota de Coyuntura No. 79 / por Marco Fonseca
La reciente visita del nuevo Secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio, a Centroamérica y la República Dominicana, se desarrolla en medio de un panorama complejo, particularmente para Guatemala, pues la estrategia golpista del “Pacto de Corruptos” contra el gobierno del Movimiento Semilla continúa. En el resto de países del istmo, a Rubio no le fue difícil imponer sus exigencias.
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Imagen: Marco Fonseca / IA
Exigencias de Trump, gobiernos complacientes
La llegada de Rubio, como un actor político influyente en la agenda de seguridad y política exterior de Estados Unidos, creó expectativas y temores en ambos bandos: tanto quienes buscan apoyo internacional para la defensa del orden político y constitucional existente, como quienes anhelan algún grado de respaldo trumpista para perpetuar la inestabilidad política que obstaculiza el programa de gobierno y el ejercicio efectivo del gobierno del Movimiento Semilla.
Empecemos con lo más obvio: Estados Unidos ha enfatizado su voluntad de frenar los flujos migratorios a toda costa, incluso si esto implica apoyar o negociar con gobiernos o actores locales de cuestionable compromiso democrático, siempre que cumplan con esa agenda de contención. Popularidad no significa verdad ni mucho menos justicia. Ese es el caso del presidente de El Salvador, Nayib Bukele, cuya popularidad no solo está cimentada sobre el cansancio y la exasperación que han cultivado las maras, sino que también en la aplicación extrema del castigo, la tortura y la prisión, para gestionar un problema que tiene raíces más profundas.
El nuevo gobierno de Donald Trump también habla sin cesar del tráfico de drogas, particularmente el fentanilo, bajo la lógica de la “seguridad nacional” y el combate al crimen transnacional, en un contexto en donde ya declaró a los carteles mexicanos como “organizaciones terroristas”, y busca una solución militar a ese problema, ya sea con o sin el apoyo de México. En Centroamérica, esto a menudo se traduce en cooperación militar y policial, inyección de fondos y entrenamiento a fuerzas de seguridad locales. Y todos los gobiernos visitados por Rubio han acordado en movilizar estos recursos en función de proteger la seguridad nacional del norte imperial.
No es para nada un secreto que, en su giro anti-globalista, Trump también busca contrarrestar la influencia china, pero es algo que ha empezado a hacer de modo selectivo y preferencial. La expansión económica y diplomática de China en el continente es vista por Washington como una amenaza estratégica, paradójicamente, el país con el que tiene un multimillonario déficit comercial.
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Imagen: Marco Fonseca
Espaldarazo al gobierno del Movimiento Semilla a cambio de qué
En Guatemala, Rubio sacó a relucir su retórica sobre democracia y corrupción, así como su admiración por las luchas del gobierno de Bernardo Arévalo de León contra esfuerzos desestabilizadores, algo que sonó muy decepcionante para el “Pacto de Corruptos e Impunidad”.
Ya desde antes de la llegada de Rubio, Arévalo de León había venido declarando su total voluntad de cooperar en cualquier tema, particularmente migración y narcotráfico, con la entrante administración de Trump. Guatemala fue el primer país en recibir vuelos militares llenos de personas deportadas que han sido recibidas en un problemático centro de atención de deportados. Como si fuera cuestión de celebración, o por voluntad de los/as migrantes mismos, el gobierno guatemalteco está implementado un programa llamado “Regreso a Casa”, sabiendo que muchas personas deportadas no tienen casa adonde regresar, la tienen hipotecada para pagar su viaje “irregular” al norte o, más en realidad, nunca querrían regresar para vivir en precariedad e inseguridad permanente. Pero, «Arévalo accedió a ir más allá y aumentar en un 40% los vuelos con deportados, que incluirán migrantes que no son guatemaltecos».
Al mismo tiempo, copiando la respuesta de México y Panamá, Arévalo de León también “aceptó fortalecer la seguridad en los 300 kilómetros de frontera que su país comparte con México y que atraviesan migrantes de todo el mundo en su trayecto hacia EE. UU.”.
En cuanto a la relación con China, Guatemala no solo está rezagada, sino que sigue adelante en su relación con Taiwán, uno de solo 12 países en todo el mundo que lo reconocen como país soberano. Así que Rubio no tuvo que presionar mucho para que el gobierno arevalista continúe e, incluso, profundice sus preferencias y convicciones extremo-centristas. Mientras tanto, el discurso de Arévalo enfatiza en la noción de que “la respuesta permanente a la migración es traer el desarrollo para que la gente no tenga que dejar el país”. Pero, al ritmo del “desarrollo” cacifista, esencialmente invertido para beneficiar más rápido a los de arriba que a los de abajo, y cuando el país necesitaría dos o tres siglos para detener e, incluso, revertir los flujos migratorios “irregulares”.
Al terminar su visita a Guatemala, Rubio elogió a Arévalo de León por su compromiso con la defensa de “las instituciones de una república” y se mostró dispuesto a “seguir trabajando juntos” para fortalecer la democracia. Todo eso a pesar que la preocupación prioritaria del nuevo gobierno estadounidense se centra en las drogas, la seguridad y la migración, más que en la lucha contra la corrupción o la defensa irrestricta de las instituciones democráticas.
¿Qué sigue?
Rubio fue senador entre 2011 y enero de 2025 y, como tal, le escribió cartas a Biden en 2023 defendiendo a USAID, la “ayuda humanitaria” y las políticas de “promoción democrática” como elementos clave de la seguridad nacional de Estados Unidos y, aunque hoy encabeza un proceso de desmantelamiento total de USAID, en Guatemala pidió paciencia al mismo tiempo que le expresó a Arévalo la “disposición para establecer una alianza para el desarrollo de infraestructura prioritaria”, incluyendo puertos, puentes y carreteras. Sabemos que esto es prioridad clave también del CACIF, y que en tanto haya coincidencias programáticas entre el gobierno y aquel, menos agresivo es también el apoyo del G-8 para el “Pacto de Corruptos” y su proyecto de defenestrar al gobierno.
En Guatemala esto ya fue entendido ampliamente. El respaldo de Rubio y, por extensión, de un sector de la política estadounidense, a la legitimidad democrática de Arévalo de León, ha enviado una señal de alerta a los grupos que impulsan el hostigamiento judicial. Les indica que un golpe frontal contra el nuevo gobierno, o la obstaculización absoluta de su mandato, no solo es malo para la inversión extranjera, sino que, incluso, podría desencadenar sanciones o presiones internacionales más fuertes. Aunque esto no lo dijo Rubio de modo explícito, sí dejó las vibras en el aire.
No obstante, debemos siempre considerar que la relación entre las fracciones de clase del capital nacional, la extrema derecha y ciertos actores en Estados Unidos, también puede seguir vigente a través de lobbies privados. Es decir, la presión disuasoria no es total, sino parcial, lo cual quedó reflejado en el hecho de que Rubio tampoco descalificó abiertamente a ningún actor/a corrupto/a específico. Porque si Estados Unidos, siguiendo el programa de Trump —Agenda 47—, o el “Proyecto 2025”, prioriza acuerdos de seguridad y reducción de la migración sobre la agenda anticorrupción, podría haber cierto “margen de maniobra” para que el MP y el “Pacto de Corruptos” sigan bloqueando reformas o impulsando judicializaciones selectivas.
La experiencia en El Salvador, donde Rubio logró acuerdos con Bukele por afinidad ideológica y estrategia de seguridad, muestra que Estados Unidos puede tolerar tendencias autoritarias (e, incluso, inversiones chinas) si estas coinciden con su agenda regional de contención migratoria y control del tráfico de drogas.
Por su parte, Arévalo busca, por supuesto, amortiguar un “golpe blando” contra su gobierno. Las declaraciones conjuntas y el espaldarazo de Rubio pueden leerse como una complicación para la estrategia de ruptura institucional abierta —un golpe parlamentario, judicial o fiscal— contra el gobierno del Movimiento Semilla. Un escenario de inestabilidad prolongada, con protestas y crisis política, no favorecería los intereses de Washington en materia de seguridad, pues podría incrementar la migración y abrir espacio a actores externos, incluida China, segundo país que más exporta a Guatemala después de Estados Unidos.
Por todo lo anterior, no es posible concluir prematura o categóricamente que no habrá “nadie” en Guatemala que ya se encuentra en la Lista Engel o bajo sanciones de la Ley Magnitsky que vaya o no vaya a recibir algún tipo de “trato especial” o acercamiento por parte de Rubio u otros actores republicanos, de la extrema derecha, en Washington. Por ahora, Rubio no ha sido categórico al respecto. Recordemos que Rubio es un político de línea dura en temas de seguridad, migración y, sobre todo, de contención de la influencia china y del crimen organizado. Pero, hasta hoy no hay indicios de que se muestre complaciente frente a personajes sancionados por corrupción o violaciones a los derechos humanos en Guatemala, ya que ello iría en contra de la línea republicana, y demócrata, en muchos casos, que promueve combatir la corrupción en la región para frenar la migración forzada.
La visita de Rubio y su posicionamiento a favor de la democracia y el respeto al resultado electoral en Guatemala son, en primera instancia, un mensaje que podría contener la embestida legal y mediática contra el gobierno de Arévalo de León y contra actores de la sociedad civil. Sin embargo, los intereses estratégicos de Estados Unidos: migración, seguridad, narcotráfico y contrapeso a la influencia china, podrían moderar ese respaldo si el gobierno guatemalteco no cumple con ciertos compromisos en esas áreas. No es Arévalo de León, pues, quien está manejando a Rubio, sino que es Rubio quien está manejando a Arévalo de León.
En consecuencia, por ahora, la “guerra jurídica” orquestada por la Fiscalía General y la alianza extrema derecha–militares retirados-“Pacto de Corruptos” se ha visto un poco complicada, pero sigue en marcha, y Rubio no le puso un alto claro. Sí es cierto que, por ahora, un golpe frontal contra el gobierno se ve diplomáticamente obstaculizado, y también es cierto que podrían encontrar resquicios para mantener su poder e influencia, siempre que no desaten una crisis mayor que perjudique los intereses estadounidenses en la región.
Para detener el golpe en cámara lenta que está ejecutando el “Pacto de Corruptos”, el mejor escenario es que la presión internacional se traduzca en un freno real a las tácticas de judicialización espuria y que, con ello, se abra una oportunidad para fortalecer las instituciones y el Estado de derecho. Sin embargo, la historia reciente de la región demuestra que dichos procesos no están exentos de acuerdos políticos a puerta cerrada que, en última instancia, podrían socavar el ideal de que llegue a Guatemala una verdadera primavera.