Destrucción y contaminación de la palma aceitera en la FTN
Nota de coyuntura No. 48 / por Rolanda García
Defensores del agua de la comunidad de Sonora, municipio de Ixcán, Quiché, están preocupados por la inminente sequía y el deterioro de las fuentes de agua, debido a la expansión del cultivo de la palma aceitera, propiedad de la empresa Palmas del Ixcán, en el territorio de la Franja Transversal del Norte (FTN).
Foto: Rolanda García
Monocultivo de palma aceitera arrasa la biodiversidad
Comunitarios destacan que la desaparición de los nacimientos de agua ocurre en los sitios donde la empresa taló un número no determinado de bosque nativo que albergaban y alimentaban los manantiales; la tala intensificó la sequía y el cambio radical del ambiente.
“Los nacimientos que había antes son protegidos por el bosque porque había mucha montaña, ahora que los empresarios entraron dijeron que iban a dejar el nacimiento protegido, pero nos damos cuenta que no lo hicieron, sino talaron mucho, y ahora se secaron los nacimientos de los ríos. En la comunidad de Sonora corren tres ríos, pero en tiempo de verano ya no usamos el agua porque se han vuelto pequeños los ríos; ya no corre el agua y genera un mal olor”, lamenta Marta Coy, dirigente del Movimiento de Comunidades en Defensa del Agua Q’ana Ch’och’ (Madre Tierra en q’eqchi’).
Un defensor que omitió decir su nombre recuerda que en la comunidad de Sonora la palmera compró, a través de testaferros, nueve parcelas de 14 manzanas cada una, en siete de las cuales fue destruida toda su biodiversidad, volviéndolas un desierto; actualmente su superficie la ocupan plantaciones de palma. Resalta que Sonora es una de las comunidades que, a partir de la contaminación de las aguas, una parte de la población mantiene resistencia a la siembra del monocultivo. Este poblador aclara:
“Quedan dos parcelas de la empresa que la comunidad no le deja sembrar la palma porque ya vimos que contamina”.
La historia de Sonora se repite en varias comunidades de la Franja Transversal del Norte (FTN), donde las empresas palmeras arrasaron con la biodiversidad destruyendo miles de especies acuáticas y animales propios de la región. A cambio ha generado una plaga de moscas y aves endémicas. Recientemente, pobladores del Caserío Sechaj, Raxrujá, Alta Verapaz, que pidieron su anonimato, informaron a la autora de esta nota que siguen preocupados por la constante sequía y contaminación de los pozos artesanales improvisados por las familias.
Los denunciantes son parte de la resistencia comunitaria de Sechaj, que lamentan el despojo de 163 caballerías de tierras indígenas, compradas por las empresas palmeras Industria Chiquibul y NaturAceites, donde inmediatamente fueron taladas para la siembra de dicho monocultivo.
“El sagrado agua se está escaseando y cuando ya no la tengamos, qué vamos a dar a nuestros hijos; los problemas del agua están llegando a nuestra comunidad”, manifestó una madre.
También ex autoridades comunitarias de Sechaj recuerdan que la empresa removió y desvió casi el 60% de los nacimientos de agua durante la realización de los trabajos de ingeniería para la siembra. Así mismo, la Industria Chiquibul privatizó los caminos y obligó a varias familias a abandonar sus tierras. Sechaj es una de las comunidades donde una inmensa mayoría de familias fue engañada y despojada de sus parcelas. Hoy en día, la población solo tiene un lote de vivienda, en extrema pobreza, lamenta un afectado.
Contaminación del agua
En varias comunidades de la Microregión V de Ixcán, Quiché, fronteriza con México, a la pérdida de los mantos acuíferos se suma la contaminación de los riachuelos que aún recorren los territorios, donde las aguas están siendo perjudicadas por el uso desmedido de insumos químicos que requieren las plantaciones. Destacan los defensores de la comunidad de Sonora que, en cada temporada, la empresa Palmas del Ixcán realiza contrataciones masivas de personas para fertilizar y tratar las plantaciones a base de insumos contaminantes que, en tiempos de invierno, llegan al agua que abastece a la población.
Feliciana Martínez, dirigente y defensora comunitaria, detalla:
“La contaminación allí está porque ellos a cada rato andan echando esos químicos a sus cultivos; ellos no cesan de trabajar siguen contaminando; ellos hicieron zanjas o callejones donde corre el agua para que así no les perjudique que se apoce en sus cultivos; esas zanjas llevan los contaminantes al agua”.
Fotos: Rolanda García
La contaminación de las aguas provocada por la expansión de la palma aceitera está afectando a varias comunidades de la FTN. Recientemente, la población de Playitas, municipio de Chisec, Alta Verapaz, alertó sobre la continua muerte de peces en varios arroyos que se desembocan en el Río Chixoy entre los cuales está el Río Chiriviscal, que fue también apresado y luego desviado su caudal; inclusive, parte de la contaminación llega en los afluentes de otras regiones señala Juan Caal, dirigente social.
Asimismo, pobladores de comunidades narran que solo este año, las comunidades cercanas al Río San Román en Sayaxché, al sur de Petén y frontera con la FTN, y que en múltiples ocasiones han denunciado la muerte progresiva de peces tras la operación de la Industria Chiquibul, que en tiempos de lluvia libera los desechos en el río.
También surge la preocupación de que los ríos cada vez bajan su caudal y se vuelve mortal.
“Desde hace tiempo el agua está provocando salpicaduras en la piel de las personas, pero ahora, es más; no tenemos agua potable, nos abastecemos del agua de los arroyos y de los ríos, por eso la contaminación de la palma amenaza nuestra vida”, destacó una madre en su idioma q’eqchi’.
Tanto en Sonora como en otras partes de la región de la FTN, los defensores de la naturaleza han denunciado las atrocidades ambientales, pero la respuesta ha sido la criminalización. Los dirigentes dicen que por sus demandas han sido perseguidos. Lamentan que ninguna autoridad del medio ambiente trabaja para sancionar y detener la contaminación y la violación de los derechos humanos de la población. Los habitantes en resistencia, que luchan para detener la contaminación, en ocasiones se han sentido impotentes ante las acciones de impunidad que promueven el sector empresarial y el sistema de justicia, indicó un criminalizado.
Óscar Can, dirigente comunitario de Ixcán, Quiché, indica:
“La empresa, personal del medio ambiente y salud vinieron a nuestra comunidad de Sonora a sacar unas muestras de agua porque denunciamos; nos dijeron que vamos a esperar los resultados, pero, al final, ya no dijeron nada, entonces nos están mintiendo; pedimos al señor presidente para que nos ayude un poco y que vea la situación de la población”.
Can agrega que las operaciones de las empresas palmeras en los territorios indígenas han contribuido a la desintegración de la armonía comunitaria; la compra de voluntades es uno de los mecanismos de cooptación de algunos líderes que accionan para restarle esfuerzos a las luchas sociales por el agua y el despojo de las tierras. Según los afectados, el acaparamiento de las parcelas en los territorios de la FTN, tanto en Ixcán y parte de Alta Verapaz, continúa su curso. Sin embargo, las campañas de no venta de las tierras y los efectos de la palma en la vida de la población han sido factores importantes para provocar la resistencia social contra la expansión del monocultivo.
Foto: Rolanda García