Arévalo de León, Leyla Lemus y la falla democrática de la “Nueva Primavera”
Nota de Coyuntura No. 99 / por Marco Fonseca
La reciente toma de posesión de Leyla Lemus como presidenta de la Corte de Constitucionalidad (CC) ha generado preocupaciones significativas sobre la integridad institucional y la dirección democrática de Guatemala. Este evento, junto con las controversias en torno a las credenciales académicas de Lemus y las críticas hacia el gobierno del Movimiento Semilla encabezado por Bernardo Arévalo de León y Karin Herrera Aguilar, plantea interrogantes sobre la situación actual de lo que solo estirando el concepto hasta su punto de quiebre, podemos llamar “democracia guatemalteca”.

Foto: Corte de Constitucionalidad (Facebook).
Más de lo mismo
El acto de asunción de Leyla Susana Lemus Arriaga contó con la presencia de figuras clave del gobierno, incluidos el presidente de la República, Bernardo Arévalo de León, así como de la vicepresidenta, Karin Herrera Aguilar; participación que puede interpretarse como una señal de legitimación de una figura asociada al anterior gobierno de Alejandro Giammattei Falla, lo que sugiere una continuidad de prácticas cuestionables en el sistema judicial, un acomodo del gobierno del Movimiento Semilla en su conjunto a dichas prácticas y, todavía peor, una posible reproducción de lo viejo, incluso, dentro de lo nuevo.
Llamó la atención la presencia del embajador de Estados Unidos en Guatemala, Tobin J. Bradley, así como del embajador de la Organización de Estados Americanos (OEA), Diego Paz, ya que envía un mensaje al llamado “Pacto de Corruptos”, que podría interpretarse como: estamos dispuestos/as a trabajar con ustedes si ustedes están dispuestos/as a trabajador con nosotros/as, y eso sacrifica años de lucha contra la corrupción y la cooptación de las instituciones judiciales y del Estado como un todo.
Las dudas sobre las credenciales académicas de Lemus Arriaga, ya señaladas en un trabajo anterior, agravan las preocupaciones sobre su idoneidad ética y profesional para liderar la CC. La falta de transparencia en su formación académica y las inconsistencias en su hoja de vida plantean serias interrogantes sobre los estándares éticos y profesionales en las altas esferas del poder judicial. Hacerse de la vista gorda ante estos problemas es, de hecho, hacerse cómplice.
El gobierno de Arévalo de León ya ha venido enfrentado desde principios del presente año con mayor insistencia, críticas serias desde movimientos y colectivos que fueron sus mejores aliados a raíz de lo errático de sus decisiones en diversas coyunturas que le han provocado desgaste, incluyendo la implementación fallida del seguro obligatorio para vehículos, puesto que generó protestas masivas y obligó al Ejecutivo a derogar su vigencia dos días después de implementada la medida. Además, la falta de avances significativos en la reforma educativa y la lucha formalista contra la corrupción han sido señaladas como indicativos de una gestión deficiente, si es que no a la deriva o, peor aún, acomodada al statu quo.
La declaración del diputado Raúl Barrera reconociendo que “quien dicta la línea de Semilla en el gobierno es el presidente”, refleja perfectamente una preocupante centralización del poder en el Ejecutivo, cuando se suponía que se antepondría el trabajo de un equipo y no el presidencialismo tradicional. Esta dinámica socava la autonomía del Legislativo y debilita los mecanismos de control y el balance necesarios en una democracia funcional, sustancial y participativa, en tanto que el conflicto que se hizo público entre la Presidencia y la Vicepresidencia en torno a un desdichado aumento salarial, no ayuda para nada. La vicepresidenta por su parte, también está empantanada en los formalismos de una institucionalidad ampliamente cuestionada.
La combinación de una judicatura cuestionada, una administración centralizada y dividida, y respuestas ineficaces y erráticas a las demandas sociales más sentidas, plantea un panorama preocupante para la ya pobre política en Guatemala: una falla democrática clara y evidente en el llamado gobierno de la “Nueva Primavera”.
La falla democrática
El concepto de falla democrática que se propone aquí no debe confundirse con una simple “crisis de gobernabilidad” o una “dificultad técnica” del aparato estatal para resolver conflictos. Tampoco se trata, en el sentido convencional liberal, de una mera interrupción en la cadena de procedimientos institucionales. Más bien, lo que se propone es una categoría crítica, pero también muy específica y coyuntural, que revela el déficit estructural en la construcción de una esfera pública verdaderamente democrática, pluralista y popular. Es la falla democrática de un gobierno más o menos democrático y, sobre todo, extremo centrista.
En el presente análisis se plantea que la falla democrática se manifiesta allí donde el gobierno, en este caso el del Movimiento Semilla, reproduce una lógica verticalista, tecnocrática y desconectada de las luchas sociales concretas, aunque se presente como una fuerza reformista o, incluso, progresista. La crítica que se hace aquí no parte de posiciones reaccionarias o conservadoras, sino desde una exigencia éticay política radical, esto es, que el proyecto de un gobierno democrático debe ser capaz de articularse con las demandas y luchas de los sectores históricamente excluidos, de los movimientos sociales, de las resistencias territoriales y del pensamiento crítico.
Desde esta perspectiva, la falla democrática no es accidental sino constitutiva del modelo de gobierno que emerge cuando se sustituye la política transformadora por la administración tecnocrática de lo posible. En este modelo, los acuerdos de élites, la cooptación institucional y la preservación del statu quo pesan más que la apertura a la articulación democrática y al demandante ensamblaje de un bloque popular de ruptura y refundación.
Uno de los síntomas más evidentes de esta falla se encuentra en la desconexión entre el Ejecutivo que dirige Arévalo de León y los movimientos sociales organizados y colectivos urbanos, por ejemplo, las comunidades y Pueblos Indígenas, así como las Autoridades Ancestrales que defendieron la elección de Arévalo de León y Herrera Aguilar para conducir el Ejecutivo y posibilitaron la toma de posesión del cargo, a la vez que exigieron la renuncia de Consuelo Porras Argueta como fiscal general; los estudiantes universitarios y profesionales que han venido luchando contra la corrupción en la Universidad de San Carlos de Guatemala (USAC) y la ilegítima rectoría de Walter Mazariegos, y por lo que han pagado un alto precio; así como los colectivos urbanos que enfrentan las múltiples violencias del modelo neoliberal.
Otro síntoma se manifiesta en la ausencia de una voluntad política para establecer canales participativos y comunicativos amplios que permitan a estos actores, incidir de manera significativa en la toma de decisiones. La agenda simplemente no está en manos de la ciudadanía que votó por el proyecto político del Movimiento Semilla.

Fuente: elaboración propia del autor.
Esta falla se agudiza cuando el gobierno, frente a demandas legítimas desde abajo, de los grupos subalternos que en el trabajo La articulación posible también se han denominado las partes que siguen estando sin parte, responde con retóricas de orden, institucionalidad y gobernabilidad, sin ofrecer marcos deliberativos ni espacios de coproducción política. Así ocurrió, por ejemplo, en el caso de los decretos del seguro obligatorio, donde la decisión fue vista como impuesta de arriba hacia abajo, sin consulta y sin diálogo público, generando un rechazo social generalizado que obligó a su retirada. Todo ello, no obstante que el ministro de Gobernación, Francisco Jiménez, aseguró que hubo una amplia participación de organizaciones durante un año que condujo a la implementación del reglamento.
Finalmente, la falla democrática también se expresa en la captura progresiva de los espacios institucionales por parte de figuras que representan las estructuras del viejo régimen, tal es el caso de Leyla Lemus en la CC. La asistencia, por ejemplo, de Arévalo de León a la toma de posesión de ésta en la Presidencia de la CC no puede leerse inocentemente: es una señal ambigua que erosiona la confianza en la distancia crítica del nuevo gobierno frente a las redes de poder corruptas que dominaron los últimos años y que continúan, al parecer, teniendo el control.
Entre tecnofascismo global y restauración oligárquica local
El concepto de falla democrática, tal como se ha desarrollado en otros espacios, permite comprender no solo los errores de la gestión política del gobierno del Movimiento Semilla, sino también, los efectos estructurales de su desconexión con las fuerzas sociales que podrían haber sostenido un proyecto contrahegemónico. Esta desconexión no ocurre en el vacío, sino en un contexto regional e internacional profundamente peligroso, marcado por el resurgimiento de formas autoritarias, extractivistas y militarizadas del poder.

Fuente: elaboración propia del autor.
En el caso de Guatemala, la ausencia de una articulación amplia, democrática y participativa con movimientos sociales -Pueblos Indígenas, campesinos, ambientalistas, estudiantiles, feministas-, no solo impide una profundización de la democracia, sino que abre un vacío político. Ese vacío, históricamente no ha permanecido sin ocuparse: tiende a ser llenado por coaliciones reaccionarias, autoritarias y clientelares que ven en la debilidad de los gobiernos reformistas, una oportunidad para reconfigurar el aparato estatal en su beneficio. Y, esas fuerzas del oscurantismo se están alistando para otro retorno al poder formal que será obviamente facilitado por la falla democrática de la “Nueva Primavera”.
Hoy, ese riesgo se potencia exponencialmente por el nuevo ciclo autoritario que se está gestando a nivel global, en especial, en Estados Unidos donde el “trumpismo” ha dejado de ser una anomalía para convertirse en un modelo emergente de tecnofascismo. Este modelo combina corporativismo digital, represión selectiva, nacionalismo económico reaccionario, y un cristianismo militante que pretende recomponer el orden global bajo formas neocoloniales y neoimperiales.
En este escenario, Guatemala no es una excepción, sino un laboratorio adelantado de esa lógica, como lo ha sido desde hace muchas décadas. El acomodo progresivo del gobierno de Arévalo de León y Herrera Aguilar al ritmo y forma del sistema establecido, incluyendo lo judicial, donde acompaña sin resistencia o crítica el ascenso de figuras como Leyla Lemus; en lo social, donde ignora la movilización popular y no tiene idea alguna de lo que requiere el ensamblaje de una articulación democrática; en lo ambiental, donde no rompe con el extractivismo cacifista y transnacional; y, en lo económico, donde reproduce los mismos patrones de dependencia estructural, más bien facilita la rearticulación de los viejos bloques del poder oligárquico.
En términos de política exterior, el gobierno de Guatemala demuestra logros fundamentales, sobre todo en sus relaciones con la administración estadounidense de Donald Trump, que le reconoce avances y le da un espaldarazo en su enfrentamiento con el “Pacto de Corruptos”, quebrando la correlación de fuerzas a su favor. Y, aunque en lo interno, el gobierno de Arévalo de León padezca de una correlación inversa, aunque sin claudicar ante el “Pacto de Corruptos e Impunidad”, en el plano exterior se trasciende a relaciones y situaciones mucho más complejas como la de una capitulación progresiva ante un orden global tecnofascista, si no en el gobierno actual del Movimiento Semilla, posiblemente en las administraciones venideras.
El problema es que, en la medida en que el actual gobierno no sea participe y abra espacios institucionales a una alternativa popular, democrática y radical, las fuerzas que se organizan en el vacío lo hacen desde el resentimiento social, la cooptación religiosa, la financiarización del poder, y el hostigamiento y represión digital. Es allí donde Guatemala puede terminar, como otros países de la región, absorbida por la ola restauradora del trumpismo. Un trumpismo que no solo está ganando terreno en Estados Unidos, sino que expande su influencia sobre gobiernos, instituciones y élites centroamericanas que esperan su regreso como garante de impunidad, represión y negocios. Para muestra está el gobierno de El Salvador, encabezado por Nayib Bukele.
Si, ya en su segundo año, el gobierno del Movimiento Semilla no logra romper con el marco institucional y económico heredado, y no contribuye a construir una articulación popular que reorganice democráticamente la vida social, Guatemala corre el riesgo de transformarse en un enclave de gobernabilidad oligárquica en la periferia del imperio tecnofascista. En ese contexto, la CC, presidida ahora por una figura como Leyla Lemus, con legitimidad cuestionada y lealtades cruzadas, podría convertirse, a su paso por esa institución, en una pieza clave y piedra de paso del reordenamiento autoritario que ya se avecina, ardua tarea en el año que presidirá.
Este vacío de representación, este creciente abismo entre gobierno y pueblo, es precisamente el terreno fértil del fascismo. Como advirtió Antonio Gramsci, cuando lo viejo no termina de morir y lo nuevo no termina de nacer, surgen los monstruos. Hoy, esos monstruos ya no usan botas ni camisas pardas: usan algoritmos, evangelios empresariales y Tratados de Libre Comercio (TLC).